Dios murió
Y murió
crucificado en un lecho
Misma posee
en la que ella se encuentra
Extendida de
brazos
Moribunda
Incrustada
cada extremidad suya
Entendido
por clavo un beso
En su pie
En su mano.
Mismo cuerpo
desnudo
Misma herida
en su costilla
Donde se da
entender por pica
Un labio
Un rasguño
Una mordida.
La muerte
comenzó a cubrirle
Viéndole la
mirada desmayada
Volvió a mí
reconociéndome
Y en ese
cruce vi pasajes de su vida y la mía
Contemplé a
la niña que me absolvería los pecados
La mesías
prometida
Que me
juraba el paraíso.
Nos miramos
en una última cena
Puesta ya el
banquete con los sagrados alimentos
Y antes de
consumirlos en voz tenue se dirigió a mi
Diciéndome
lo siguiente: “me traicionaras”.
Solamente le
marque un ósculo
En la arista
de su boca.
Tan cerca de
su frente
Tan cerca
del hambre
Mirándome me
expresó entonces:
Antes del
amanecer, me habrás negado tres veces.
Solo pudo
callar la voz el adentramiento de lo ya puesto.
Carne
Frutos
Y vino.
Después de
aquello nos sometieron a juicio
El corazón
como magistrado ante esta justa
Pidió
opinión al tiempo y a la vida para declarar destino
Preguntando
así: por medio de crucifixión, ¿a quién se decide dar muerte?
¿A la mesías
o al ladrón?
Exclamaron
al unísono tiempo y vida
¡a la
mesías!
La
condenaron a cargar una cruz
Misma en la
que se encuentra fijada.
En su camino
soportó tres caídas
Ya con las
rodillas destrozadas
Los cortes a
carne viva
Siguió por
los senderos de nuestra habitación
Nuestra
Jerusalén.
Se recostó
sobre la cruz
Y le impacté
tres clavos
Tres besos
Dos a su
antebrazo
Una a su
pie.
Jamás se
había visto muerte tan hermosa.
En desespero
emanó un último alarido
¡Dios mío!
¡Dios mío!
¡Dios mío!..
¿Por qué en amar me abandonaste?
Al momento
de su muerte
Sentó su cabeza
El brillo de
sus ojos expiró
La mirada en
blanco.
Se escapó
por último una lágrima
Azotando en
el suelo
Y se sintió
un temblor espeluznante
Partiendo el
cuarto
Esta tierra
santa.
Ante este
caos el corazón buscó testigos
Y me
encontró, preguntándome: “¿eres referente de este suceso?
A lo que
respondí con horror: ¡No al amor!
¡No al amor!
¡No al amor!
Y amaneció.
Dios murió
Y murió en
un lecho
A causa de
desangramiento
Por culpa de
tres besos.
Su figura
difunta la envolví en sábanas blancas
Le di
sepultura por tres minutos
Mismo que
dura un sueño
Para cuando
la busqué
Ya no se
encontraba.
J.G.A
Martes
04/12/2018
11:16PM
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