El diablo de Querétaro

Cuenta la leyenda de un arcángel,
Que en dicha y júbilo planeaba por los cielos,
Siendo Querétaro testigo de su vuelo.

Aquel ser desconocía la pena y la desdicha,
Solamente era un ente celeste,
Que brindaba a la ciudad paz y vida.

Era un alma contenta y exultada,
Cuyo sentir era reflejado en la quietud
De la ciudad y sus habitantes.

Nada podía transgredir aquel alborozo
Y regocijo de aquel ángel pleno.
Era un ser de amor, con corazón divino.

Pero cómo es el amor tan desgraciado,
Que logra corromper hasta el ser más casto.

Éste arcángel vivió amores,
Mas amores desgraciados y traidores.
De féminas celestiales, que poco a poco
Su pecho le fueron achicando.
Él era un ser de amor, con corazón divino,
Pero el desamor las alas le fueron arrancando,
Convirtiéndolo por romances fallidos
En terrestre humano.
Y debidas las heridas del pasado,
Con el tiempo, en diablo fue transfigurando.

En horas del día, dicho diablo
Se presenta entre la gente,
Transformándose en humano.
Vistiendo siempre de negro,
Poseyendo un sombrero oscuro,
Ocultando sus afilados cuernos,
Viste con camisa sombría,
Escondiendo su torso en llamas,
Los pantalones lóbregos
Disimulando sus muslos de cabra,
Calzando zapatos renegridos,
Encubriendo sus grotescas pezuñas
Y en días gélidos se enfunda
Taciturna gabardina.

Empero, en instantes de penumbras,
Justo al momento del ocaso,
Se cree que aquel diablo
Sube hasta cima Diamante,
Quedando en los límites de un risco.
Aquel acantilado se le conoce
Como “El balcón del mundo”
Pues es el único lugar
Donde se aprecia la ciudad
En todo su esplendor
Y se piensa, que es el peñasco más alto,
Capaz de rozar el cielo,
Siendo ese mismo cielo
Que aquel diablo pretende nuevamente
A alcanzar.

Ese diablo solo espera,
Y espera a un ángel que lo convierta
En aquello que era en su origen.
Espera al ángel que le permita
Diablo más no ser.
Basta el romance puro,
Para arcángel volver a ser.

Solo entonces romperá así su maleficio,
Y queda ahí aguardando, esperando
Del atardecer al anochecer.

Si llegase la noche,
Solamente retorna a su infierno
y comienza a escribir de los ángeles
que le hicieron este mal padecer;
Relatando como demonios,
Aquellos seres que su paz aturdieron;
Mujeres celestiales, que su corazón
Contiguamente corrompieron.

Escribe, con lo que le resta del alma,
Para hacer notar sus penas
Y recordar aquellos ángeles
Que entrañó y por ende, también amó.

Ese diablo solo espera,
Y espera al ángel que amándolo,
Permita a la ciudad
Nuevamente a embellecer,
Y que diablo, nunca vuelva a ser.
J.G.A
Jueves
17/01/2018
                                                                             10:38P.M.

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