presencia y recuerdo

Presencia y recuerdo

Presencia  y recuerdo eran dos viejitos
Quienes vivían en cierto departamento
De cierta colonia, de cierta cerrada.

Ellos eran lo que se dice
Tierna pareja perfecta
Pues lo que no tenía uno lo tenía el otro
Así, presencia olvidaba todo
Y era labor de aquel de recordarle siempre.

Mientras que recuerdo
Su única falla que tenía
Era que no podía estar nunca solo
Y era deber de ella, acompañarle.

De este modo era de aquellos la rutina
De decir ella: ¡Dios!, ¿dónde dejé esto?
¿Dónde dejé aquello?, ¿esto donde iba?
¡Santo cielo, que memoria!

Y de él era escuchar cada momento
Me siento tan triste
¿Dónde estarán nuestros hijos?
Necesito de un abrazo, un consuelo
Me siento tan solo.

A lo que después de sus quejas
Él llegaba y le decía: Aquí está cielito;
Corazón, acá lo dejaste;
 No cariñito, eso ahí no va;
Ven, siéntate. Yo lo hago.

Y ella iba con él y le manifestaba:
Mi amor, no estés triste, estamos que es lo importante;
Ellos están con sus hijos, pero nos recuerdan;
Ven, te doy tu abrazo. Te quiero.

 Por las noches era otro ritual.
Él siempre dormía con la misma chamarra,
Pues aun siendo verano se congelaba
Y no podía dormirse sin tener
En el cuarto alguna luz prendida
Y ella cada madrugada sacaba del closet
La dichosa chamarra y dejaba encendida
De la habitación la lámpara
Y después de toda aquella usanza
Por fin abrazados descansaban.

Como cada fin de semana
Siguiendo con las tradiciones,
Iban los dos ancianitos
A caminar a la alameda.
Dirán algunos para activarse
Dirán otros para desempolvarse
Pero la verdad era para retomar
Del ayer sus instantes.

— ¿Recuerdas cómo te conocí?
—Sí, sí. Tú leías los poemas de Velarde
Y yo me acerqué a ti y pregunté tu nombre.
Era domingo, me acuerdo
Y platicando, a lo lejos se escuchó
A Frank Sinatra cantando
Y de pronto me invitaste a bailar.
De ahí que nos enamoramos.

—No, no amorcito. Recuerda.
Bueno sí, yo leía a Velarde,
Pero te vi pasar y te sentaste
En aquella banca, y me dije:
Yo quiero a esa mujer ara el resto de mi vida.
Me acerqué yo a preguntar tu nombre
Era sábado, corazón.
Y no era Sinatra quien cantaba
Era Elvis Presley, de ahí pregunté si bailabas
Y te llevé aquel quiosco,
Siendo que en ese momento nos enamoramos.


—Cierto, cierto. Cómo olvidarlo
—y míranos, hasta ahora amándonos.

Posteriormente, tras recordar los años
Se dirigían a ese quiosco y llevaban consigo
Una grabadora. Ponían aquella canción soñada,
Las manos se tomaban
Y al son de la melodía ellos bailaban.

Era un amor tan divino y tierno,
Un amor continuo, antaño,
Tradicional, romántico.
Él todo le recordaba y ella en la vida
Lo acompañaba.

Mas un día, recuerdo comenzó a sentirse mal
Tanto, que tuvo que dar al hospital,
Siendo que el doctor dio dictamen
A una contagiosa enfermedad.
Así él tuvo que estar en reposo,
Separadas de momento sus camas.

Él vivía con miedo e incertidumbre los días
Y ella, a pesar de ser infectada
Siempre, siempre le acompañaba.

Llegaba la noche y le leía poemas de Velarde
Ya hasta tarde, cuando dormitaba
Ella se retiraba, dejándole la luz prendida,
De modo que eran dos cuartos entonces
Que con luz se mantenían.

— ¿Amor?
—si corazón…
— ¿todavía caminaremos por la alameda?
—Sí cariño, todavía caminaremos
— ¿cielo?
—dime cariño
— ¿y todavía bailaremos?
—sí cariño, todavía bailaremos.
— ¿Amor?
—si mi vida…
— ¿me leerías el poema, ese que dice
“Fuesanta, dulce amiga
Blanca y leve mujer”…?

Comenzó a dar lectura de aquellos versos,
Y tenuemente fue cerrando aquel los ojos,
Para cuando terminó de leer el último
“fue así como Fuesanta y el idólatra
Nos dijimos adiós en las tinieblas
De la noche fatal…”
Miró a su amado, tan quieto y tranquilo
Y llorando dolida se dio cuenta
Que ya no habría más caminatas por la alameda,
Ya no habría con quien  caminar.

Ese día…ese día fue sábado.

Presencia lo acompaño
Hasta el último instante,
Aun en el final con él siguió.
Allá en el velorio de triste estancia,
Prendió todas las velas para que hubiera luz
Y durmió con él esa noche, abrazando el cofre.

Después ya concluida la ceremonia fúnebre,
Llegó a su departamento,
Se adentró en aquella habitación,
Y sufriendo tendió la cama, alojando el libro
De Velarde en su almohada.

Miró por vez última el cuarto,
Y de ser dos lámparas quedó solo una.
Aquella luz apagó.

Para dormir se sitúa ella
De su lado, alojando ese espacio para su amado
Dejando doblada aquella chamarra, y ella acariciándola;
Pues a pesar de la ausencia,
Recuerdo sigue ahí con presencia.
Deja la lámpara encendida
Para sentirse acompañada
Y duerme ella, prendiendo la grabadora,
Escuchando la canción con la cual
Ella de él se enamoró.


“Wise men say only fools rush in
But I can´t help falling in love with you
Shall I stay
Would it be a sin
If I can´t help falling in love with you”.

J.G.A
Sábado
15/02/2020

9:18P.M.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario