Romance Azul

Ella era mar.
Su imagen era el amplio océano,
Manto de estrellas era su cuerpo,
Figurase la intensidad de su brillo celestial,
Revelo de su velo de cristal.
Era su cuerpo la galaxia acuosa
Del deseo y el afán.

Ella era mar.

Yo era la barca en su complexión suspendida,
La embarcación pendida en su piélago
Navegando a cualquier rumbo,
Hacia ningún lugar.

Ella era mar.

Partí en la costa de su frente,
Destinándome a la suerte
Y al descubrimiento.
Expedición a lo incierto
Y a un nuevo manifiesto.

A un par de lenguas
Me trabé en el filo de su boca,
En la hondonada de su abertura.
Me desvié apenas de la arista de su boca,
Continué, y a lo lejos me hallé una cascada
Que iniciaba al borde de su barbilla
Con caída libre a su pecho.

Sobreviviendo al declive abrupto de  su cuello,
Seguí más allá de lo desconocido,
Topándome con dos archipiélagos
De suaves tierras,
De arena tersa,
Compuesto fino su asperón.
Siguiendo con la travesía,
Me hallé en un punto pleno
Sin paisajes a la redonda,
Únicamente la paz apreciada,
Flotando en el campo húmedo de su vientre.

Esa misma tranquilidad
Me conllevó al oscuro hueco de su ombligo.
Debí evitar tal quebrada,
Rodeando tal hondón
Y al librarme apenas de aquello,
A mi frente percaté un valle.
De sus paredes derrochaban aguas puras,
Tal como si una fuente desvaneciera sus lágrimas,
Deslizándose por aquella angostura.

En mi lento paso por aquella vega,
Un dulce eco se emanaba en el viento,
Tal parecía más un canto,
Vocalizado por alguna sirena.

Al traspasar aquello,
Mi trayecto me conllevó a una bifurcación
Vinculándose dos torrentes.
Para entonces ya había anochecido,
Me guie por los astros para llegar a mi destino.
Sin claridad, más que la luz de aquellas estrellas
Y de una luna que aparecía majestuosa en el horizonte,
Levitaba enorme una luna azul.

Navegué por uno de los ríos siameses de sus piernas,
Poco a poco sus linfas corrían más rápido.
Se sentía aquel arroyo que vibraba,
Se estremecía al pausado andar de mi recorrido.
Y entonces, a la vista,
Aprecié uno de los muelles que mi descanso aguardaba,
La dulce estadía de mi frenesí y mi aventura.
Su pie culminaba mi excursión, pero solo por un instante
Para que después a mi origen regresara.

Ese era mi viaje,
Navegar sin concluir en un punto determinado.
Solamente era zarpar por aquel océano
Y naufragar con la nave de la intriga.
Conocer aquella inmensidad
Al grado, de memorizar aquel  mar
Y que solo en un momento dado,
Diera por concluido la expedición,
Despertando en su cuerpo,
Viviendo entonces, este romance azul.




J.G.A
Domingo
24/02/2019

04:19P.M.

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