Mujer, amada me eres prohibida
Arde en mí
un infierno
Un averno
tórrido de pasiones oprimidas
Embulle mi
sangre de afán y entrega
Flagela mi
pecho
Con azotes
de sus arterias.
Me eres
prohibida.
Éste deseo
me transita las venas
Recorre
magma ansiosa
En esta
carretera de mis pulsos
Vías que me
llevan a un sitio
Y aquel es
el de tu beso.
Mas me eres
prohibida.
Y ahí estás
tú
De pie,
erguida como un templo
Con tus ojos
ilustres como vitrales
Con tu voz
como campanadas que me llaman a tu misa.
Y ahí estás
tú
Con tu boca
entreabierta
Cual portal
que me invita a eucaristía
Para
consagrarme en tu labio
Para
bendecirme en tu sangre.
Amada, me
eres prohibida.
Heme aquí
entonces condenado
A este mi
eterno purgatorio,
Donde más allá
de sentirme
Por tu
divino amor bendecido
Soy exiliado
de tu piel,
Esa tu
tierra santa;
Desterrado
de tus manos
Donde
quisiera ser como Cristo crucificado,
Viviendo a
carne propia
La pasión de
tu querencia;
Confinado a
nunca palpar si quiera
Los olivos de tus piernas.
Hincarme,
llorarte y rezarte,
Tratando
hallar salvación,
Aferrándome
en el entrelazo de tus muslos,
Resignándome a nunca conmemorar contigo
Un jueves santo.
Estoy
condenado a nunca sentir
El dulce
arrebato de tu amor y dádiva,
En que
abismo y gloria en un abrazo se unifiquen,
Celebrando cariño
entonces
En el atrio
de una misa lóbrega.
Mujer, amada
Me eres
prohibida.
J.G.A
Viernes
14/02/2020
07:55P.M.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario